Vivimos en una sociedad moderna, postindustrial, postmoderna o como quieran llamarle. Lo cierto es que los cientistas sociales hablan de la muerte de Dios en esta época. Una muerte, por cierto, que se anuncia no como algo real, sino como una metáfora para explicar que la presencia/creencia de Dios no ocupa un lugar central en la organización de la vida social, no es un factor que determine el desarrollo de la sociedad. Se trata entonces de una sociedad que avanza sin tomar en cuenta la existencia de Dios, ¿Qué implica esto en la práctica? Implica que no existen límites, ¡Viva el hombre! ¡Viva el progreso! ¡Viva la ciencia!, dicen los científicos.
Pero, ¿Qué se entiende por progreso, si se mantienen las desigualdades, la pobreza, el hambre, las guerras, la violencia, la intolerancia y las discriminaciones de todo tipo? Probablemente se esté hablando de progreso material, es cierto, ahora hay más autos, carreteras, industrias, edificios, televisores, computadores, celulares, etc. que han beneficiado al hombre. Pero, ¿Lo han beneficiado realmente? Eso incluso está en discusión, pues el desarrollo material y tecnológico alcanzado por esta sociedad, le ha hecho avanzar sin considerar los límites del planeta Tierra, afectando su equilibro natural, lo que se manifiesta hoy en día en la contaminación del aire, la tierra y el agua, propiciando el calentamiento global y por ende, catástrofes naturales que azotan la tierra, causando la devastación y la muerte de miles de seres humanos.
Ahora bien, el “progreso” no se queda ahí, los hombres han avanzado en su conocimiento sobre el Espacio, observando el Universo, haciendo experimentos y enviando naves al espacio que, lamentablemente, no tienen como fin último incrementar su conocimiento, sino colonizar otros mundos. Nosotros sabemos que esto está en contra de la voluntad del Padre, él nos dio este planeta con todo lo necesario para vivir, por lo que no debemos explorar ni explotar otros planetas. Si el hombre hubiese sido capaz de cuidar su planeta no tendría hoy la necesidad de buscar otros mundos para vivir. Por último, también se considera como “progreso”, la serie de avances médicos logrados gracias a la ciencia y la tecnología. Tratamientos para viejas enfermedades, que han acrecentado la esperanza de vida del hombre, pero no sólo eso, también tratamientos para hacer posible lo imposible, haciendo que hombres y mujeres infértiles puedan tener hijos, a través de la fecundación in vitro. Una técnica de manipulación genética absolutamente prohibida por el Padre, pues quebranta sus leyes sabias, perfectas e infinitas, entre ellas la ley del karma.
Los “progresos” alcanzados por el hombre, nos demuestran que éste quiere ser Dios, quiere ser su propio dios, pero ¿Cómo el hombre puede aspirar a ser Dios, si es un ser imperfecto, si tiene un conocimiento parcial de las cosas, si se equivoca, si está lleno de vicios? El mundo construido por el hombre, que hoy se presenta a nuestros ojos, es como ya hemos revisado, imperfecto e injusto, evidencia implacable de lo que significa construir un mundo sin considerar a Dios.
¿Qué pasaría si Dios ocupara un lugar central en la vida del hombre, en el desarrollo de la sociedad? Sería catastrófico!!!!, dirían los científicos, pues significaría volver atrás, a la Edad Media, a una larga y oscura etapa en la historia mundial, que no permitió el progreso. Pero ahí los científicos se equivocan, pues confunden la creencia en Dios, con la existencia de la Iglesia Católica y sus dogmas que propiciaron la oscuridad de aquella época.
Si Dios ocupara un lugar central en la vida del hombre, en el desarrollo de la sociedad, se respetaría su Voluntad, sus Leyes, se respetaría a los demás hombres y a la naturaleza. Habrían límites, es cierto, pero límites que finalmente permiten el equilibrio en la Tierra. ¿Qué pasaría si los hombres siguieran los mandamientos de Moisés, las enseñanzas del Divino Maestro Jesús y los Estatutos de nuestra Congregación? Sin duda tendríamos un mundo mejor, amando al Padre respetarían su obra, respetarían a su prójimo, dejando a un lado prejuicios y discriminaciones que tanto daño le han hecho a nuestro mundo. Si los hombres respetaran a su prójimo y abandonaran el materialismo, la ambición en demasía y sus deseos por impartir justicia propia, se acabaría la violencia, en las casas, los colegios, el barrio, el país y el mundo, se acabarían las guerras. Se acabaría la explotación del hombre por el hombre, tendríamos un mundo más equitativo, más justo, qué duda cabe.
La educación y las leyes han mostrado ser insuficientes para mantener en equilibrio a la sociedad. Por más educación, por más leyes coercitivas y penas castigadoras el hombre sigue cometiendo delitos, sigue abusando de los demás, sigue violando y violentando su planeta. Y para qué hablar de aquellas acciones que hoy no se castigan, pero que causan un daño irreparable en los hombres y en la tierra. Qué bueno sería entonces que Dios y su Moral ocuparan un lugar central en la vida del hombre y en el desarrollo de la sociedad, lamentablemente algo así puede tardar cientos o miles de años. La buena noticia es que las cosas pueden empezar a cambiar desde hoy, desde el momento en que has leído esto y decides cambiar, si crees en Dios, es hora de ser consecuente, no basta con creer, hay que actuar en consecuencia, respetando sus leyes, respetando su Creación. La transformación de los hombres permitirá la transformación de nuestro mundo, acerquémonos al Divino Padre Creador, busquemos el progreso espiritual. Te invitamos a ser parte de esta transformación, te invitamos a leer las enseñanzas que nos han dejado nuestros Maestros de la Cosmogonía y nuestra Madrecita Laura Antonia. ¡Bienvenido Seas!
Hermana Sara